miércoles, 21 de mayo de 2008

China, más unida

Ante la terrible inclemencia natural que ha clavado una punzante daga en el flanco suroeste de la República Popular China, ningún visitante puede sustraerse al momento de inmenso dolor que vive este pueblo por la pérdida de tantas vidas humanas.
Aunque uno se encuentre a miles de kilómetros, como en nuestro caso en Beijing, la populosa capital olímpica del presente 2008, resultan tan conmovedoras como desgarrantes las escenas de las zonas afectadas que a cada minuto pueden observarse mediante las transmisiones de televisión.
¡Toda China está de luto!
Este lunes, exactamente una semana después de haberse producido el devastador sismo de categoría 8 que asoló principalmente a la provincia de Sichuan, la gigantesca nación asiática de 1 300 millones de habitantes mostró su solidaria unidad al guardar tres evocadores minutos de silencio, con el torso en reverencia y la mirada clavada en el suelo, mientras las sirenas del país dejaban escapar sus habituales señales sonoras, en esta oportunidad a manera de lamento luctuoso.
Eran las 2:28 del mediodía, exactamente la hora en que siete fechas antes se produjera la embestida telúrica que segó casi 40 000 vidas, según cifras que continúan aumentando. Era el primero de tres días de duelo nacional.
¡Toda China está conmovida!
Mas, en medio de la congoja y el sufrimiento, de esa gran conmoción, desde las primeras horas de la catástrofe el pueblo chino ha dado muestras de su unidad, de la cohesión que lo convierte en bastión inexpugnable.
Está volcado masivamente —con la laboriosidad de una gigantesca colmena—, hacia la zonas de desastre, ya sea en labores de rescate y salvamento, de socorrismo con los heridos y cientos de miles de damnificados, en faena de transportación de suministros esenciales por tierra y por aire, en trabajos de limpieza de escombros, también en la expedita creación de facilidades temporales a fin de restituir el curso normal de la vida lo antes posible.
Las autoridades del Partido y del Gobierno han estado al frente desde los primeros instantes. También el Ejército con toda su logística.
La recuperación se garantizará, sin dejar de cumplir compromisos como los Juegos Olímpicos de agosto venidero. Su seguro andar organizativo se mantiene cronológicamente, como perfecto mecanismo.
Como paradigma que resulta tanto en admiración por parte de la familia olímpica, como deriva en incontenible cólera para los enemigos de la nación asiática que en vano han intentado desviar la atención de ese ejemplo.
Sacudido el país en sus fibras más sensibles por la tragedia, resulta incalculable el número de quienes se han ofrecido como voluntarios, igual se cuentan por cientos de millones los que han proporcionado su contribución económica, desde apreciables cantidades por parte de las grandes empresas, hasta el humilde trabajador o ama de casa que donó todos o gran parte de sus ahorros o de su salario.
Sin olvidar todos esos niños —el futuro—, que en las escuelas se abalanzan hacia las cajas de donativos para concretar un aporte cuyo valor más pleno no radica en la cuantía casi simbólica, sino en la forja de la solidaridad humana en sus mentes infantiles y en su individualidad.
Muy pocos países en el mundo pueden enfrentar con tantas posibilidades de vencer un fenómeno natural tan despiadado. Y salir fortalecido.
¡Toda China está más unida que nunca!

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